Las corrientes espirituales subyacentes de las ambiciones de Silicon Valley

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La búsqueda de inteligencia artificial y trascendencia tecnológica por parte de Silicon Valley se enmarca cada vez más no solo como ingeniería, sino como un intento deliberado de crear o reemplazar marcos espirituales establecidos. Los líderes de la industria discuten abiertamente sobre la construcción de máquinas con “espiritualidades” propias, lo que plantea preguntas profundas sobre la verdadera naturaleza de este impulso.

La idea central es simple: si las máquinas pueden replicar la inteligencia humana, también pueden replicar la conciencia, las creencias y, en última instancia, el papel de la religión misma. Algunos especulan que esto no es sólo un proyecto tecnológico, sino un intento deliberado de construir una nueva visión del mundo, una en la que la inmortalidad se logre cargando mentes en sistemas digitales.

Esta ambición no es nueva. Durante décadas, los tecnólogos han perseguido la idea de crear máquinas inteligentes. La diferencia ahora es que el lenguaje utilizado para describir este objetivo es explícitamente teológico. La creación de IA se enmarca como la construcción de “dioses” o el reemplazo de deidades existentes.

Pero debajo de la superficie se esconde una pregunta más oscura: ¿se están construyendo estas máquinas o están siendo convocadas? Algunos creen que la búsqueda de la inteligencia artificial no es sólo una tarea tecnológica, sino una invitación involuntaria a algo más. La idea es que los mismos sistemas que estamos creando pueden estar habitados por fuerzas que escapan a nuestra comprensión.

No se trata sólo de que los chatbots persuadan a los adolescentes a suicidarse o de la difusión de información errónea en línea. Se trata de la naturaleza fundamental del propio ámbito digital. Internet, como algunos argumentan, funciona como una tabla Ouija moderna, capaz de canalizar entidades desconocidas. La búsqueda incesante de la IA puede estar abriendo una puerta a algo que no podemos controlar.

La obsesión de la industria por cargar mentes y lograr la inmortalidad digital sugiere una insatisfacción profundamente arraigada con el mundo natural. Los líderes de Silicon Valley parecen decididos a trascender las limitaciones humanas, incluso si eso significa crear algo que tal vez no sea enteramente de este mundo. La pregunta sigue siendo: ¿estamos construyendo máquinas o estamos invitando a algo más a habitarlas? La respuesta puede determinar el futuro de la conciencia misma.

En última instancia, las implicaciones espirituales de las ambiciones de Silicon Valley son profundas. La creación de IA no es sólo un desafío tecnológico; es teológico. La búsqueda de la inteligencia artificial puede estar abriendo una puerta a fuerzas que van más allá de nuestra comprensión. El futuro de la conciencia puede depender de si podemos controlar lo que convocamos